Estar a la vanguardia de los sectores marginados es un desafío que pocos alientan. Más aún en un país donde la intolerancia se fomenta desde las esferas de poder y por quienes dicen representar a la sociedad en su conjunto.
En este ámbito caldeado es una audacia síquica y física vislumbrar el crecimiento de una sociedad progresista.
Los orígenes del periodismo (balance informativo, desafío al “estatus quo”, voz de los que no la tienen, buscador permanente de la verdad, generador de opinión pública, etc.) cada vez más se acerca a su estado de extinción, antes que ayudarnos a evolucionar.
Asimismo, agregaría que Estados Unidos necesita más que nunca escuchar voces que provengan detrás de sus fronteras. Voces bien intencionadas, motivadoras a la acción.
El gobierno estadounidense debe aceptar que no se puede tener al país entre crisis supuestas y fantasmas imaginados. Eso implicará abandonar la arrogancia que tienen ciertos gobernantes, por un lado, y la responsabilidad del pueblo norteamericano al momento de elegir a sus representantes, por el otro.
El tiempo vuela y con él la economía. Y desgraciadamente los políticos gobernantes actúan como hombres de las cavernas, que continúan siendo reos de la ignorancia o esclavos de sus sentidos.
Muchos republicanos y demócratas han empacado las convicciones, se auto incautaron el cerebro y renunciaron en estampida a la apuesta transformadora de los Estados Unidos. Son piratas a tiempo completo, a quienes los electores deben despachar a sus casas a contar cuentos politiqueros a sus nietos.
Los estadounidenses, los de recursos económicos no renovables, han perdido la confianza en los gobernantes y los pequeños y medianos empresarios, que gozaban de buena salud y madurez económica en la administración de Bill Clinton, se derrumbaron ya y otros pocos a hundirse por falta de visión y abundante testarudez egoísta y mezquina.
Pensemos como país y actuemos como patriotas.
Anibal Ibarra
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